domingo, diciembre 25, 2005

La vuelta a Potosí

Potosí, lo dije alguna vez, es una cinta de Moebius. Sus calles - subidas, bajadas y curvas - son recorridas constantemente, sin respiro, por autos, buses y camionetas que acompañan el sonido de sus motores con estruendosas bocinas, que hacen sonar antes de atravesar cualquier bocacalle. La gente camina cuando puede por las veredas, bajando con frecuencia del cordon, pasando entre los vehiculos, esquivandolos por centimetros, casi por instinto. En los alrededores del mercado central es donde mejor se ve este frenetico ir y venir.
Por alguna razon que desconocemos ningun semaforo de Potosí funciona, en cada esquina principal hay un policia de transito que suma sus pitazos a la melodia de las bocinas.
Estamos en visperas de Navidad, las tiendas y los puestos callejeros, infinitos, estan colmados de pan dulces, lucecitas, arbolitos y juguetes. Pareceria que estos dias previos a las fiestas la gente enloquece por comprar a ultimo momento, pero no nos engañamos, Potosi es siempre de esta manera.
El clima cambia a cada minuto. EL cerro Rico se cubre y descubre de nubes, lo podemos ver desde el balcon de nuestro hospedaje. Vemos el cerro destrozado, con 500 años de explosiones en su haber.

- Vienen a jugar al Real Potosi?
- Ojalá - le respondo a Gregorio Fernandez, alias Goyo.
El hombre nos viene a conversar, se sienta a nuestro lado en un banco del centro de la plaza principal. Al instante me entrega un panfleto evangelista, donde se lee un texto que ataca a ciertas letras del rock. Hay una foto de Nick Cave, rockero oscuro, y una de Bon Scott, cantante fallecido de AC/DC. Nos cuenta que esas letras estan impregnadas de apologias al diablo.
- El imperio del mal - nos dice - domina el mundo, como hoy lo hace EEUU. Miren sino a Disney World, esos muñecos de Mickey Mouse que hipnotizan a nuestros chicos. Esos muñecos tienen dentro a hombres que se casan con hombres.
Fue clarisimo. Dentro de Mickey Mouse hay un gay!...que habra dentro de los Winnie Pooh?
Goyo nos sigue hablando de la brutalidad catolica en su pais. Detras, mientras conversamos, nos acecha la catedral de la ciudad, actualmente en restauracion. Goyo la señala y nos cuenta que hasta hace diez años dentro de esa iglesia se torturaba y se dejaba morir a personas.
Se acerca una chola vendiendo dulces y cambiamos de tema.
En quechua, Goyo le cuenta quienes somos. El le pregona, segun sus palabras, a la gente de su pueblo, el buen trato a los extranjeros.
- Si los tratamos bien a uds, uds nos tratan bien a nosotros.
La chola sonrie y nos mira.
Goyo le dice que ahora no vamos a comprar, que estamos tomando mate y si comemos algo nos agarra diarrea. Todo eso en quechua, salvo la ultima palabra.

El departamento de Potosi en su mayoria esta habitado por quechuas. Los aymaras, como Evo Morales, se encuentran de Oruro hacia el norte.
En Potosi se nota el entusiasmo de la gente por la victoria aplastante de Evo. Hay pocas banderas politicas, al contrario de Tarija, que relucia los estandartes rojos de Tuto Quiroga, segundo en las elecciones, pero lejos de la realidad boliviana, donde mas del 60% de la poblacion es indigena (Tuto estudio en EEUU y es empresario, accionista, etc, etc).
En la palabra de la gente, entonces, mas que en las insignias politicas, se nota el entusiasmo de los potosinos por la historica eleccion.

La realidad de Bolivia es triste, la pobreza se nota en todas las cuadras, salvo algunos barrios privilegiados del oriente del pais o de La Paz. El trabajo infantil es infinito, desde chicos de 10 años que trabajan en las minas, lustrabotas, mozos y demas. En casi todas las familias hay un chico que trabaja.

Nochebuena llego a Potosi. Nos sentamos en la plaza, antes de la cena, a saborear un casa real con lima limon. Nos sorprende la llegada de un camarografo, caminando de espaldas. Esta filmando a una pareja de recien casados, llena de arroz en sus cabellos y solapas. Se suceden una y otra vez los casamientos, este veinticuatro a la noche. LLegan los autos con tachitos colgando del baul y se estacionan en la plaza. Las parejas bailan y recorren los senderos mientras son filmados de cerca.

A las doce menos cinco minutos llueve a cantaros. La noche potosina parece ser una mas entre tantas. La gente camina por las calles, resguardandose de la lluvia. Conseguimos un vaso de plastico para poder brindar. Faltaban dos minutos para las doce y tres potosinos se nos acercan. Brindamos con ellos, abrazandonos, y comienza una larga charla de politica. Evo Morales, MNR, Tupamaros, Che Guevara, latinoamerica, etc, etc.
A las dos de la mañana decidimos movernos hacia al hostal. Nos invitaron a jugar un partido el domingo a las cuatro de la tarde. Futbol en Potosi a casi 4000 metros de altura.
Lo pensamos, asentimos, pero nuestros pulmones andaban de suerte y durante la tarde navideña una lluvia nos dejo pasear por la ciudad, olvidandonos del partido.

Salimos para La Paz el 25 por la noche. El viaje, como todos los viajes de este viaje, es una aventura mas. Lo que duraria 10hs duro 15hs, sin luces, de noche por la ruta de montaña, empujando el micro en Oruro, durmiendo en los asientos , esperando el amanecer por quedarnos sin bateria.

Llegamos a La Paz y empieza otra historia.

Martin. 23 al 25 de diciembre de 2005.

jueves, diciembre 22, 2005

Tarija: Al este de Bolivia

La aventura en Bolivia comenzó en el micro. Desde Villazón sale el Expreso Tarija, todos los días a las ocho y media de la noche. El viaje es de noche, de oeste a este, en descenso. El camino de cornisa impresiona. El micro iba cargado de gente y bolsas. El camino esta en un estado aceptable, pero imaginense un micro de larga distancia, del tamaño similar a los de piso y medio, atravesando la montaña por una cornisa.
El primer problema se presento a la hora de salir. Una curva cerrada, en U, el micro tocaba la tierra y habia que bajarse. Despues de varias maniobras y en un vaiven constante que daba miedo, pudo dar vuelta a la U y subimos nuevamente.
El paisaje, por lo poco que se veia, era cada vez mas verde. Un río corria a la izquierda. Cada tanto atravesamos poblados oscuros, sin ninguna luz prendida. Los faros del micro iluminaban las casas a medianoche, de puertas y ventanas oscuras, parecián cráneos vacios.
Pasamos por dos o tres sustos más, el micro tambaleando a centimetros del precipicio. He transitado caminos de cornisa, pero nunca nada igual. Hasta llegamos a agarrarnos del asiento de adelante por si las moscas.

Tarija es la ciudad de las 4x4. Casi no se ven banderas del MAS, el partido de Evo Morales. Mucha gente lleva remeras rojas con estrellas blancas que dicen: Tuto Presidente. Hay chicas muy bonitas, de tez trigueña, autos importados, cierto colorido, muchas lineas de colectivo (o trufis como les dicen). La ciudad esta rodeada de montañas verdes. Hacia el este está el Gran Chaco, hacia el sur la frontera Argentina, donde nace el Bermejo, y hacia el norte el departamento de Sucre.

Llegamos a la plaza central, decorada especialmente para navidad, y entramos a la oficina de turismo. La buena señora nos decia, entre otras cosas, que no vayamos al barrio Campesinos (hacia el norte de la ciudad) , que peligroso porque esta lleno de collas del norte, que vienen sin plata y te pueden robar. En fin, la historia de siempre, el racismo entre el este rico y el oeste pobre.

El transito es exagerado. Una hilera infinita de 4x4 inunda las calles. Chicos y chicas de no mas de 20 años estan al volante de la mayoria de las camionetas.
Para comer, el mercado central. Un galpon inmenso a dos cuadras de la plaza principal. Hay un sector panaderia, lleno de tortas preparadas y decoradas a gusto. Sector carniceria, fruteria, verduleria, bares de paso y negocios que ofrecen licuados de platanos, frutillas, papayas y zanahorias.

Hay locales de todo tipo en Tarija, pero abundan, en numero increible, las clinicas dentales (una por cuadra, al menos) y las farmacias (dos o tres en cada cuadra). Hay calles que se impregnan de olor a remedio o a dentista.

Una buena idea es recorrer la ciudad en un bus. Fuimos en uno hacia Tomatitas , a cinco kilometros del centro. Pasamos por el temido barrio Campesino, desde donde se ofrece una panoramica del resto de la ciudad. Es un barrio repleto de gente, en veredas y calles, negocios de todo tipo, coches, bicis, motos. Mas parecido al oeste del pais.
Si se tiene suerte, como nosotros en la vuelta al centro, te toca un colectivo con TV. Vimos un capitulo de las chicas superpoderosas, a bordo de la linea B.

La noche del miercoles salimos a recorrer la ciudad. Terminamos en la Plaza Sucre, en pleno centro. Chicos y chicas de todas las edades, vestidos para salir, se reunen en una esquina de la plaza: "adonde van despues?", le preguntamos a un artesano. "Se quedan aca, en la esquina.". Al parecer es ritual de todas las noches, dan vueltas a la plaza, estacionan las suntuosas camionetas y ponen musica a todo volumen (se oyeron los ladrones sueltos!).

Algo a favor para nosotros: los bares te dan agua para mate gratis!!

Nada mas por ahora.

Ya partimos rumbo a Potosi.

Martin. 20 al 22 de diciembre de 2005.

sábado, diciembre 17, 2005

Días en Iruya

Voy a tratar de hacer una división temática de los seis días que pasé en Iruya. Debo algunas fotos, lo sé, pero ya van a llegar. El lunes seguramente mande algunas, tengo una buena cantidad.

** Camino a San Juan **
El departamento salteño de Iruya, al igual que el de Santa Victoria Oeste y el de Isla de Cañas, se encuentra entre la quebrada jujeña de Humahuaca y la selva, el monte salteño. Si uno transita estos caminos de Oeste a Este, irá advirtiendo cada vez más verde, más humedad y más lluvia.
Estos departamentos estan llenos de pueblitos en el medio de los cerros, donde no llegan los autos. Sólo se accede a pie, a caballo o a mula. Muchos viajeros que llegaron a Iruya deben conocer el pueblo de San Isidro, o al menos haberlo oído de boca de algún lugareño. Es el de más facil acceso, ya que solo se trata de seguir el curso del río que nos deposita en los pies del pueblo aquél.
Yo decidí ir a San Juan, de ahí llegar a San Isidro y dormir allí, para volver a Iruya a la mañana siguiente. Pero hay un dicho que dice: Martes 13 no te cases, ni te embarques, ni subas a montañas que desconozcas. Asi que partí de Iruya a las 7.30 de la mañana, pasé por la famosa Palka (el fantastico, e imponente, cruce de rios), subi el cerro hasta la Pantipampa, cruzando gente que llevaba la casa a cuestas: cama, colchones, chapas. Llegue a la Pantipampa, que es una planicie en la cima del cerro, una pampita. Luego de veinte minutos se llega a un camino de cornisa, y una hora mas tarde se llega a San Juan, al increible San Juan. Uno pareceria mentir, pero siempre que vengo a estos lugares conozco los sitios más lindos que yo haya visto. San Juan es increible, pero ya mandare fotos, tanto que insisten.
Llegué a San Juan y la primera imagen que tuve fue ver a dos niñas tirando de las orejas a un toro negro y apacible, que andaba recostado en la tierra. Le cantaban el feliz cumpleaños a orejazos limpios. El toro, ni mú. Al minuto soltaron a unas cien cabritas que arrasaban con todo a su paso. Las arrean a los piedrazos y a los gritos. Asi las llevan a pastar. San Juan tenia hasta ese momento mas movimiento que Belgrano R. Sonaron, luego de un segundo de dichoso silencio, las campanadas de la iglesia. Llegaban los tecnicos agropecuarios de Salta y había reunión bajo la sombra del campanario. Cada representante de las familias que habitan el pueblo fue hacia la iglesia. Alli se debaten temas de agricultura y ganaderia.
Tallé unos palitos para pasar el rato, traté de fotografiar picaflores, y me senté frente a la Cuesta del Agua, aquél lugar que Severo Arcángelo promete a los invitados de su banquete en la fabulosa novela de Marechal. La cascada caía en lo bajo, a unos cuatrocientos metros. Solo se interrumpia el sonido del agua por los gritos del arreo de cabras, y por una que otra piedra que redirigia a los animales rebeldes y chillones.
A la hora decidi partir hacia San Isidro. Se acercaba el mediodia y no tenia comida. Soñaba con unas empanadas. Iluso de mí.
Seguí el curso del río por unos minutos. Llegué a un puñado de casas y me indicaron que debía subir el cerro, del otro lado estaba San Isidro. Subí el cerro interminable. Una pendiente excesiva, una altura enorme. Llegué al filo y , efectivamente, de un lado San Isidro, del otro San Juan.
Comencé un descenso dudoso, por un camino poco marcado. Terminé en una quebrada y por un peñon rocoso la pude atravesar. Seguí en franco descenso hasta otra quebrada más grande. Decidí continuar el curso de la abertura y terminé parado frente a un precipicio de treinta metros. !San isidro estaba a la vista, pero no podía llegar!
Con pocas fuerzas empecé a subir. Bajar por allí era arriesgar la vida. Y ahí sucedió lo increíble. Toda mi vida quise ver un condor de cerca. Subía hacia el filo del cerro, y a pocos metros sobre mi cabeza se desplegó un condor gigante. Creo haber visto sus ojos. Lo primero que pense fue: me busca a mí. Cansado , con sed y hambre, era presa perfecta. Al minuto asomaron su cara por el filo unas cincuenta cabritas y suspire de alivio. Estaba ahi por ellas.
Llegue arriba de todo y emprendi la vuelta a San Juan, para luego seguir hasta Iruya, abandonando la idea de dormir en San Isidro, pueblo que ademas conocia de años atras.
La vuelta fue una tortura. Recordaba menos subidas de las que tuve que caminar. Paraba a cada rato, soñaba con comida y agua. Ya en Pantipampa se desató una tormenta. Yo solo en una planicie eterna, como un regalo para los rayos. Los relampagos caian del otro lado del cerro y los truenos rebotaban por todos los valles, durando el sonido hasta minutos.
Entre en Iruya a las nueve de la noche, empapado. Me meti en el primer almacen y compre golosinas para una semana. En las calles que suben hacia el hospedaje, terminé la bolsa repleta de caramelos y alfajores.

** Día de pago **
Un viernes de cada mes es el día de pago a jubilados. Llegan a Iruya gente de todos los pueblos del departamento. El pueblo se llena de burros, mulas, caballos y colores. EL jueves por la noche empiezan a armar la feria alrededor de la plaza. El viernes por la mañana la fiesta es completa. Hay sorteos, venta de ropa, de comida, festejos y baile por la noche. Luego, entre el atardecer del viernes y la mañana del sabado, empiezan a retirarse todos a sus casas. Los senderos de las montañas se colman de gente que vuelve a sus hogares con las compras del mes y un poco de vino en su interior, pa' calentar el espiritu.

** Hablando de espíritus **
En la zona hay muchas leyendas de espíritus, diablos y demases. Le pregunté a Clarisa, la dueña del hospedaje donde paré:
- Fue a las ruinas de Titiconte? (ruinas pre-incaicas)
- No, me da miedo.
- Por qué?
- Se oyen soplidos.
Y es así. Las ruinas inspiran respeto y no cualquiera llega a ellas.
Una noche de luna llena éramos seis recién conocidos. La luz de la luna iluminaba como el sol mismo, pero más lindo. Los valles y los cerros se mostraban misteriosos.
Decidímos caminar hasta la Palka, despues de picada y vino, a ver como luce ese lugar de noche y con la luna a pleno. En el camino nos enteramos de la historia del bebe enterrado. En la Palka hay una casa abandonada, sin techo. Cuenta la historia, veridica claro esta, que una mujer y su marido vivian alli. Ella estaba embarazada de siete meses, cuando su marido falleció trabajando.
Le agarró cierto ataque de locura y cuando nacio el bebe lo enterro vivo, en el lugar donde esta la casa ahora. El bebe murio enterrado y ella fue condenada. Dicen que en ciertas noches el bebe solloza al paso de los caminantes nocturnos.
En ese momento fuimos seis escalofrios. Pero queriamos mas. Subimos, despues de la medianoche, a la Pantipampa. Imaginen ustedes. Luna llena en la cima plana de un cerro salteño,
sin viento.
Un rato fue suficiente. Volvimos a Iruya a las cuatro de la madrugada, con la imagen de la Pantipampa nocturna estampada en la mente.

Esto es algo de lo vivido. Perdonen la improvisada redaccion, pero no me da el tiempo para mas.
Pasaron miles de cosas en Iruya, pero les transmito lo que el tiempo me da.

Martín. Del 12 al 17 de diciembre de 2005.

domingo, diciembre 11, 2005

Una noche con Ricardo Vilca

La noche lluviosa en Humahuaca dejó charcos entre las piedras que componen las calles. Las luces se reflejan por dos y el pueblo se torna casi misterioso.

Caminando por la noche, llegué a la casa de Ricardo Vilca, excelente músico humahuaqueño (detesta el carnavalito que lleva ese nombre).

Vilca grabó con Divididos, tocó muchas veces en Bs As, en festivales y teatros.

Entré.

El lugar estaba casi vacío. Cuatro personas conversaban en una mesa. Ricardo Vilca, Faustino Flores (cantor tilcareño que se presento esa noche), y una pareja de San Telmo que piensan venir a vivir acá en febrero. Me senté solo en una mesa. Ricardo me trajo unos libros de fotos para que vea y me tomó el pedido del cuarto de vino y las cinco empanadas de carne.

Entre las fotografias del libro había textos de artistas jujeños que hablaban de diferentes cosas de sus pueblos.

"Ricardo, lo que escribió en este libro es hermoso", le dije cuando me trajo el vino. Sonrió y empezó una charla lindísima. En cuestión de minutos estabamos todos en una misma mesa. Cesar, filósofo de la UBA, trajo su violín y van a ensayar Guanuqueando con Ricardo. Una y otra vez. Le conté a Vilca que lo vi en el festival de folklore de Bs As el año pasado."Nos hiciste sentar a todos!", le dije. "Es el poder de la palabra", respondió.

Ricardo es profesor de música en San Salvador. "Con la música no alcanza", me dijo cabizbajo.

A las once de la noche Faustino empezó con su show para nosotros. Con música andina de fondo, recitó poemas de Domingo Zerpa, un poeta de Abra Pampa.

Luego del espectáculo hablamos de la música de Ricardo. Faustino lo retaba a cada momento: "tenés que ser más profesional". Ricardo sonrié. El toca donde tiene ganas, no ensaya casi nunca ."Tenés que ensayar tres horas por día, al menos", le señala Faustino. Vilca sonrié y le dice que no con la cabeza.

Ricardo es auténtico.

La charla dio para otras cosas. Hablamos de Los Tekis, Los Chaskis, Los Chalas, Jairo, el carnavalito, el uña ramos, Kusch también estuvo presente, Victor Hugo, etc, etc.

Al irnos, Ricardo nos invitó a ver una película en su casa esta noche. Vamos a ver que sucede.

Martín. 10 de diciembre de 2005.


Una visita a Maimará

Maimará es un pueblo que se encuentra en la quebrada, unos pocos kilómetros al sur de Tilcara. En su geografía se destaca la "Paleta de los pintores", así le dicen a unas manchas de colores pastel en los cerros que circundan al pueblo. No es un sitio muy visitado por turistas, por lo que es interesante de recorrer.
Las principales festividades son, como en todo Jujuy, el carnaval y el festival del choclo.
El objetivo principal de mi visita a Maimará, era conocer la casa que habitó sus últimos años de vida Rodolfo Kusch. Este filósofo americanista nació en Bs As en 1922, y murió en la misma ciudad en 1979. En gran parte de su obra, Kusch trata de descubrir el pensar de América, muy diferente al pensamiento occidental, a la filosofía Hegeliana y a todo el pensar europeo. Por eso Kusch dice que hay que crear esa filosofia nuestra, y así encuentra cosas en común entre el indio que va a una chicheria en Bolivia, y el porteño de traje que mira pasar la vida a traves de la ventana de un bar de Buenos Aires.
Así llegué a la casa que ahora habita Elizabeth Lanata de Kusch, esposa del filósofo. Pregunté a varias persona por la ubicación de la casa de la Dra Lanata. Un par no la conocián ni a ella ni a Kusch, pero la suerte me depositó en la puerta de madera. Toqué el timbre, en pleno mediodía de domingo, y la puerta se abrió.
Dentro de la casa le conté a Elizabeth el porqué de mi visita. El dia anterior, y así son las casualidades, conocí a un Lic. en Filosofia (que además da clase en Santos Lugares) que realizó su tesis precisamente sobre Kusch. Le comenté de mis ganas de visitar aquella casa de Maimará y me dijo: "Decile a Elizabeth que conociste a César".
Hablamos, con Elizabeth, un poco de su marido. Me hizo pasar a la habitación donde Kusch escribía. Está un escalón más abajo que la sala de entrada. Hay miles de libros de todas las épocas, cintas con grabaciones que usaba para sus escritos, decorados indígenas, un escritorio y una pequeña ventana que, según palabras de Elizabeth, de vez en cuando abría.
Yo algo asombrado por estar en ese lugar, del que mi profesora de Antropología del CBC me había hablado, pero que todavía no pudo conocer, no quise molestar más y emprendía la retirada hacia las calles de Maimará. Y en la despedida se dió una charla interesante.
Elizabeth es miembro de la comisión de los pueblos que siguen de cerca las obras que se realizan en la quebrada, desde que es patrimonio de la humanidad. "Todavía no conocemos los pros, pero si los contras", me dijo. En esa comisión hay representantes de nueve pueblos quebradeños: Tumbaya, Purmamarca, Volcán, Tilcara, Humahuaca, Huacalera, Iturbe, Tres Cruces y creo que Uquía. El problema es que el gobierno de Fellner decidió por si solo, a través de visitas de "técnicos expertos" que es lo necesario para que este sitio tenga un "desarrollo sustentable". Las cosas no se están haciendo bien, no se le pregunta a la gente del lugar, que carga con diez mil años de historia y cultura, que es lo que necesita. ¿Quieren realmente ese desarrollo sustentable?
Al fantasma de la lucha por la tierra, de los desalojos que sucedieron en Tilcara (gringos que llegan desde San Salvador con los títulos de propiedad en la mano), se suma el fantasma de Monsanto, una de las empresas más grandes que se instaló en la quebrada. Monsanto tienen la exclusividad de la venta de semillas para la papa. Me contaba Elizabeth que existen infinitas variedades de papa andina, y los pequeños agricultores no pueden comerciar, no entran en el mercado, si no pasan por Monsanto. Algo parecido están tratando de hacer con el maíz. En las reuniones que se hicieron para chequear ese plan de desarrollo, no hubo prensa. Es importante que estas cosas se difundan. los diarios jujeños no publican este tipo de cosas. Gente de la UNESCO vino hace unos días a la quebrada para ver como venía la mano. Conocieron a fondo a la gente de la quebrada, estuvieron media hora, a lo sumo una hora, en cada pueblo. Así es imposible.
Otra cosa que apena es la construcción de gran cantidad de hoteles, hosterias y hostales, hasta incluso con piletas de natación, dignas de un tiempo compartido del club Med. Esta aculturación forzosa golpea en todos los rincones jujeños.

Al irme de la casa de Elizabeth me entregó una tarjeta con una frase de su marido. Al dorso anotó su dirección postal y su correo electrónico. "Para que me vayas contando de tu viaje". Un placer. Me fui de la casa con el objetivo más que cumplido y con una persona increíble que espera saber sobre mi viaje por América.


Esperando el colectivo para volver a Humahuaca conocí a Bernardino, un hombre mayor, bien simpático. Hablamos un rato largo y me contó de lo que pasa con la música. "En Colombia no escuchan Chacareras, pero aquí se escuchan cumbias.". Estaba apenado por el silencio que atraviesa el folklore local. Los jóvenes escuchan cumbia. "Allá en Colombia, en el único lugar que oyen música nuestra es en Medellín, por la muerte de Gardel.".
La charla siguió, me dió consejos para la alta presión: hay que comer ajo todos los días, y así "te limpias todo".
Hablando de aculturación, me contó, indignado, de los nuevos nombres que se suelen poner en Maimará. Elsi, Yanina, Jonathan. ¿De dónde salieron?, se pregunta Bernardino, llamado así por nacer el 20 de febrero, día de San Bernardo. "Mi hermana nació el 20 de agosto y se llama Bernardina".
Llegando al final, porque se acercaba mi colectivo, me dijo que sus hijos ya tenián sus familias y vivián en la capital provincial. "Yo me vine para acá, no es cuestión de molestar y de malcriar a los nietos, ¿no?".

Martín. 11 de Diciembre de 2005.


Lejana Purmamarca

La plaza de Purmamarca, uno de los primeros pueblos de la quebrada de Humahuaca, es una especie de panóptico, aquello de lo que alguna vez nos contó Foucault. Por allí pasan todas las personas del pueblo en algún momento del día. Cruzan la plaza en diagonal o la rodean, van a la iglesia o al almacén. A la mañana, desde la carpa, me desperté por el sonido de una quena que llegaba desde allí.
Diciembre es favorable. Los mismos lugares que alguna vez vi repletos de gente, ahora exhiben calma y silencio.
La tarde cae sobre el siete colores (que tiene más de veinte según los purmamarqueños). Algunos chicos invaden la fuente seca del centro y allí hacen estallar sus prematuros cohetes navideños.
Ya cuando el sol se esconde detrás de los cerros, las luces amarillentas de la plaza empiezan a encenderse. Los puestos de artesanías comienzan a vaciarse, la gente vuelve a sus casas.
Ahí empieza la magia nocturna, distinta de la multicolor del día. Las casas, los juegos de los chicos, las calles se tornan amarillas. La luz de los viejos faroles se posa en cada rincón y hace de la vista una maravilla. Me animo a subir al cerro de la cruz (hay unas cinco cruces en distintos cerros que rodean al pueblo) y desde allí se ve todo. De nuevo las luces, los álamos (esos árboles que son los primeros en avisar del viento), las calles, la gente que transita.
Desde arriba se ve la escuela primaria Pedro Goyena. Un lindo edificio con patio central. Hay un acto de egresados, los chicos de séptimo terminaron y hay que festejar. Junto a uno de los puntanos ,que conocí en el camping de Bebo Vilte, (un apellido que se repite en cada esquina, y además tiene el mausoleo más extravagante de todo el cementerio) , fui a la escuela. Llegamos a la puerta y algunos chicos con sus padres se retiraban. Entramos.
Cuando uno entra a un colegio, o al menos me pasa a mí, es atrapado por una nostalgia extraña. Algo así como una tristeza alegre, una añoranza, el querer estar en ese lado, con el guardapolvo blanco. El patio era un ir y venir de chicos. Al fondo un salón cubierto despedía una música.Para nuestra sorpresa era La Pomeña, zamba interpretada por Pedro Aznar. Nos quedamos unos minutos, ante algunas miradas de los egresados. Terminó el acto y terminó la zamba.
De cena armamos una gran picada. Un chico de Ohio, residente en New Orleans, compartió la velada con nosotros. Velada de vino y festejo, a las doce, uno de los puntanos cumplía sus años. Era viernes y había que salir a festejar.Resignados por la calma de la noche, emprendimos una vuelta a las carpas. En el trayecto pasamos por la puerta de una "casa de arte y té". Tiene un hall de entrada, al que se llega por un par de escalones. Allí hay pinturas y esculturas de todo tipo. Una mujer con acento español nos llama desde adentro: "Entren chicos". Adentro se multiplicaban las pinturas y las esculturas extrañas. La música de fondo era más que agradable. Los dueños del bar dejaron a Chavela, Vasca de nacimiento, a cargo del lugar por aquella noche. Junto a Chavela se encontraba una francesa y cuatro jujeños. Tere, cocinera de un restaurante del pueblo, confesó haber llegado a Purmamarca por tres meses y se quedó tres años. Gonzalo, pintor, artista extravagante, percusionista. Y dos músicos más que animaron la noche. Entramos y a ritmo de cerveza negra y percusión con-lo-que-sea calentamos el ambiente. Bailamos Zamba, cantamos el feliz cumpleaños jujeño, aplaudimos, cantamos. El artista dibujo al cumpleañero en un largo papel marrón. Tirado en el suelo del bar, con tres o cuatro tachos de pintura alrededor, concluyó el dibujo de regalo. Llovieron los aplausos.
La noche pasó rápido. Chavela nos aseguraba que sobre ella cayó un maleficio purmamarqueño. Ya había perdido su avión de regreso a España, hacia dos días. Como Tere, se quedó más tiempo de lo pensado. Seguramente todavía estará cantando entre esculturas y cervezas negras.

Algo importante está pasando en Purmamarca. Empezaron la obra de los túneles para instalar el gas natural. Hoy, domingo 11 de diciembre, había una reunión en la escuela para tratar el tema. Los vecinos están atentos con lo que pasa. Desde que la quebrada es patrimonio de la humanidad, no paran de pasar cosas raras.
También este domingo había un encuentro de copleros en el pueblo. No para tocar, sino para debatir sobre su música. Sienten que la están perdiendo de a poco. La cumbia está llegando a todos los rincones del norte y no se ubica en un sitio paralelo al folklore. Lo está desplazando de la escena.

Martín. 8,9 y 10 de diciembre de 2005.



viernes, diciembre 09, 2005

El pueblo de los ruidos extraños
El azar del dedo me dejo al atardecer en la rotonda de Rosario de la Frontera, Salta. Cansado de la ruta caminé los dos kilómetros hasta el pueblo. Me acordaba del juego Rutas Nacionales, uno debía recorrer el país en un Citroen 3cv de colores chillones. Y un punto a llegar era Rosario de la Frontera, o como lo rebauticé yo: El pueblo de los ruidos extraños. Pregunté por un camping, en la entrada del pueblo hay un polideportivo, con un sector para acampar. Me dejaron armar la carpa y no me quisieron cobrar la noche. En el polideportivo, a mi alrededor, cientos de chicos practicaban salto en alto, jabalina, fútbol, ciclismo, basket.
Y ahí fue que comenzaron los ruidos. Desde los árboles bajaba un chillido ensordecedor, un ruido extraño. "No pueden ser chicharras", pensé, pero sí. El sereno del lugar lo confirmó. "Chicharras gigantes", me dijo. Le conté que en San Martín, allá en el Gran Buenos Aires existen, pero son chicharras de bajo volumen, algo así como chicharras walkman, digamos. Caminando por el pueblo, mirando el piso, las descubrí. Gigantes.
Yendo hacia el centro pasé por el edificio de la escuela municipal de música. A la ida sonaban unos redoblantes y unos tambores. Chicos de no más de diez años le daban duro a una especie de marcha militar infantil. A la vuelta, luego de recorrer el centro de Rosario, pasé nuevamente por la puerta. No pude distinguir del todo, pero supongo que sonaba un trombón desafinado. Para terminar el atardecer se plantó en el fondo del oeste un naranja increíble, que junto con los sonidos de los árboles creaba un cuadro surrealista a lo Dalí.
Al día siguiente saqué otra tarjeta. Salió San Salvador de Jujuy, tiré los dados y avancé hasta allá. Así es mi viaje, mitad dedo, mitad micro.
En la terminal encaré para Purmamarca, pero esa es otra historia.


martes, diciembre 06, 2005

Quince puertas tuve que abrir para llegar al coche-comedor. Mi viaje por América empezó en tren. La clase turista explota de gente. Asientos de a dos o de a tres. Aroma a milanesas y sonido de gaseosas. De mayoría santiagueña, el vagón 101 se prepara para una noche larga.
En Rosario, lo de siempre. Los novatos guardas y el personal de limpieza se apuran a bajar todas las persianas del tren. A cualquier ventanilla la puede sorprender un piedrazo rosarino. En la estación Norte de esa ciudad la locomotora da la vuelta. Los últimos serán los primeros. Muchos giran sus asientos para mirar siempre hacia adelante.
A ritmo socegado por la noche santafecina avanza el convoy directo al noroeste. Los asientos duelen pero vale la pena el esfuerzo: dormir es tarea de pocos.
Cuando se viaja en tren, la gente parece comer más. Un personaje diminuto a mi izquierda alterna su vida ferroviaria entre treinta minutos de sueño y treinta minutos de sandwiches.
Son las cinco de la mañana y el campo amanece. Con el sol despegando del piso el país es más grande. El horizonte se amplía, de pampa y ganado, por varios kilómetros. La noche, en cambio, lo tragaba todo.
En cada parada hay banderas que avisan del viaje inaugural . El tren a Tucumán está de estreno y hay que saberlo. La llegada a Ceres, hacia finales de Santa Fé según mi mapa del ACA, emociona. No tanto por lo cálida, sino por lo expectante que están sus pobladores. Es una mañana de sol templada y hay cielo celeste. La estación luce impecable. Se repiten las banderas que alertan del estreno. La gente se acercó a la estación para ver de cerca la novedad. Los vagones, infinitos en las vías, recientemente pintados de azul, verde y blanco, aguardan continuar, repletos.
Avanza hacia Santiago del Estero. Desde la ventanilla abierta puedo ver todos los ojos que nos observan. Por sobre los tapiales, entre los árboles, detrás de las alambradas, los ojitos de Ceres (de los seres de Ceres) nos miran.
Dejamos atrás el pequeño pueblo santafecino, es casi mediodía y un camión que transita por la ruta paralela a las vías nos saluda a bocinazos. La escena se repetirá una y otra vez. De a poco, cada pasajero se da cuenta de lo que un tren andando significa. Llama la atención la escasez de vendedores ambulantes, en andenes y sobre los vagones. O traés la vianda o morís allá, a quince puertas de distancia, en el coche comedor.
"Vamos a arrear a la manada", bromea un guarda en otra estación. Hace sonar el pito y sacude una campana. Los fumadores gruñen, arriba está prohibido fumar en todos los rincones.
La locomotora hace sonar su bocina a cada minuto. La gente a los costados de las vías saluda siempre.
El tren llega más cerca que la ruta. Lo comprobamos en el pueblo de Malbrán. Paró metros antes de la estación y tenemos una panorámica de pueblo, la vida detrás del telón: la escuela, la placita, las cajas viejas resguardadas por la sombra de los árboles más altos del lugar. Eso desde la ruta no se ve.
Seguimos la marcha. Los palos de luz y los árboles, al costado del tendido ferroviario, no dan a basto para albergar a todos los nidos de cotorras. Hay miles.
El calor de la tarde agobia. Pasan a los costados las hectáreas santiagueñas. Todos los ventiladores de techo del vagón están funcionando. Las ventanas abiertas sólo aportan más calor. La siesta se hace necesaria.
Se suceden numerosos pueblos en los que el tren no parará. Solo bajará la velocidad para saludarlos.
Próxima parada: La Banda. La mitad de los pasajeros descendieron ahí. Ahora todos somos dueños de una ventanilla. Aquí el tren llegó puntual y un camión de bomberos recarga el agua de toda la formación. Con algo de atraso, minutos nomás, partimos hacia San Miguel.
El paisaje cambió. Ahora atravesamos por arriba un lugar verde, de árboles bajos. Desde el terraplén da la sensación de transitar un monte espeso, húmedo. Pero las alturas engañan.
El atardecer cae sobre la frontera de Santiago y Tucumán, el viaje va llegando a su fin. Todo es silencio, en este momento de la tarde, menos el tren. Los pocos pasajeros que quedan no hablan. Miran por sus propias ventanillas o duermen ocupando más de un lugar.
En la entrada a Tucumán se repite el ritual rosarino de bajar las persianas por posible lluvia de piedras (el tren se convierte en una especie campo de meteoritos, como el Chaco, por unos minutos). Pero no pasa nada. Una o dos en todo el viaje. Poquitas.
La terminal tucumana está repleta. No faltan los flashes y las cámaras. Los tucumanos nos preguntan que tal estuvo.
Lindo lindo, recomendable.

Martín - 5 y 6 de diciembre de 2005.