domingo, enero 13, 2008

Santander. Colombia.



Estoy en San Gil, pueblo grandecito (o pueblito grande) que dice ser la capital cultural del departamento de Santander. Estoy al norte de Bogotá unas seis horas y al sur de Bucaramanga unas dos, para delimitar un poco.

Llegué ayer y, a pesar de no ser un pueblo que me entusiasme mucho, me quedo hasta mañana, cuando comenzaré el derrotero caribeño desde Cartagena de Indias hasta el Cabo de la Vela, allá en La Guajira colombiana.

Estoy parando un departamento-hostal que puso Shuan, un australiano de rastas que le encontró a San Gil cierto encanto, más calidez, supongo yo, que en la playa más calientes de Australia.

En el apartamento, donde hoy no hay turistas, y ni Shuan está porque vuelve mañana de Bucaramanga, hay un par de hamacas paraguayas, un tablero de ajedrez, una cocina donde caliento agua para mate (conseguí medio kilo de Taragui en Bogotá, a 8900 pesos colombianos, algo así como 4 hijoeputisimos dólares) y un equipo de música que los huéspedes manejamos a voluntad. Hoy me decidí a levantarme temprano, ocho de la matina, entre el sonidito de la alarma del Casio, que logré correrla dos veces, desde las 7.30, y los movimientos del israelita de Jerusalem que dormía en la cama de abajo. Claro, anoche eran las ocho y cuarto y mientras yo buscaba algún cómplice para tomar una cerveza el israelí dijo: me voy a dormir.

Así que en mi camino matinal me compré un pandeyuca y una almojábana (eso se consigue en las panaderías serranas, y es realmente rico) y degusté un pequeño tinto fuertón en la plaza principal (acá el tinto es cafe y el vino es vino).

Llegué a la esquina de la carrera 10ma y la calle 15 (parece complicado, pero es muy fácil ubicarse en cualquier ciudad colombiana, gracias a su sistema de carreras y calles) y tomé el bus que tarda 30 minutos en llegar a Barichara, según muchos, el pueblito más lindo de todo el país.

Barichara es hermoso. Un poblado de casas blancas, donde los paredones pálidos se vuelven colorados en sus pies, por la tierra roja de la zona. Los techos de tejas y las calles empedradas muestran una postal en cualquier ángulo que uno mire. Confieso: Me gusta más Villa de Leyva, allá en Boyacá, pero podemos discutirlo más tarde con cualquiera que presente batalla.

En Barichara me compré medio litro de agua y salí raudamente, antes de las diez de la mañana, hacia Guane, a unos 7 kilómetros por sendero de herradura, y 9 por carretera asfaltada.

Un alemán, del que no recuerdo el nombre, creó ese camino hace 150 años para comunicar a los dos pueblos. Es empedrado y dos pircas lo resguardan de los alrededores.

En una hora estaba entrando a Guane. El camino termina y un cartel, del que desconfié en un principio, anunciaba: "Guane, pueblo perdido en el tiempo".

Veamos que tan perdido en el tiempo estará un pueblo al que llega una carretera debidamente asfaltada.

Después de una ronda fotográfia caí, uno siempre cae, en la plaza. Ya se veían desde dos esquinas antes las torres de la iglesia.

Sin agua, entré a un local donde vendian helados artesanales (de Paila le dicen acá) de coco o de maracuyá. Elegí el segundo, y mientras pagaba el hombre que atendía me pregunta:

- Ñor, vió hormigas en el camino?

- Si, acá cerca, unas grandotas?

- Esas, nosotros las cogemos.

- Si?, son plaga?

- No no, las comemos.

- Las comen?

- Si , las hormigas culonas, las hacemos fritas.

- Y las comen con algo?, cebolla, tomate?

- No no, solitas, son muy ricas.


En un folleto que conseguí de San Gil y alrededores hay un listado de platos típicos. Recordé en ese momento haber leído: Hormiga Culona, pero imaginé que sería algún postre que de lejos se parecería al insecto. Estaba equivocado, era la hormiguita y su culo nomás lo que se come en la zona.

Recorrí todas las calles de Guane, donde habitaban los indígenas del mismo nombre. Claro que antes de ellos, hace 130 millones de años, toda esta zona era un mar. En el museo paleontológico de Guane se pueden ver los fósiles de las amanitas y de los caballitos de mar (tengo uno de amanita que me regalaron en Leyva). Corrí a la "buseta" para no perderla, la próxima iba hacia Barichara en 5 horas. En Barichara también, caminé cada cuadra, para tomar fotos de arriba y de abajo, llegué a los miradores del Valle que cada segundo que pasa parece más grande, y a media tarde volví a San Gil, para tomar unos mates y leer a Laura Restrepo en la hamaca paraguaya.

Acá estoy, frente a la plaza principal, las campanadas de la iglesia acaban de dar las seis de la tarde, en un rato iré por otra empanada de pollo y arroz y por el final del libro de Restrepo.

Y desenpolvo la bermuda amarilla, que en pocas horas me meto en el mar caribe.

Abril, 2006.

2 comentarios:

  1. Anónimo3:42 a. m.

    En verdad quisiera disentir sobre la belleza comparada de Barichara y Villa de Leyva, con el respeto que depara el hecho de que fuiste el primero en llegar, y el también mentor de nuestra llegada.
    Conocí Barichara y Guane por tu recomendación. No así Villa de Leyva, que fue recomendada por muchos otros, especialmente colombianos.
    Mi viaje fue en sentido contrario: desde el norte pobre hacie el sur, mucho más rico y sofisticado, y eso se sintió ya bien al entrar en Santander. Pero en Barichara aún alcancé a sentir cierta aislamiento, cierto aire de provincias que creo Villa de Leyva debe haber perdido no mucho tiempo atrás: los ateliers, modernas casas de decoración y excéntricos restaurants de Villa de Leyva confirman que los bogotanos ponen su pie algún que otro fin de semana largo, si bien,contrariando mi teoría, en mi estadía en Barichara trasncurría la filmación de una novela.
    Mas existe otro aspecto que diferencia Barichara de todas las ciudades coloniales de la america española y portuguesa que conocí: no hablo de las pronunciadas pendientes que Barichara envidiaría de Ouro Preto, o supongo aún más de muchas villas Peruanas o Bolivianas. Pero no conocí ningún lugar con ese intenso color naranja de sus paredes y calles. Esto bien se puede comprobar en esa esa hermosa foto de Martín, desde la parte más alta de la ciudad.

    ResponderBorrar
  2. Anónimo9:00 a. m.

    bonito y respetuoso comentario,,
    como decimos acá .. entre gustos no hay disgustos..
    son diferentes no comparables.,,
    para mi como artista,, que tengo mi Atelier en Barichara,, es el cielo.

    ResponderBorrar