viernes, marzo 03, 2006

Máncora, las aguas calientes del Pacífico

El cielo de Máncora se divide entre buenos y malos. Sobre las olas, a centimetros de la rompiente, vuelan pelícanos y tijeretas, en busca de peces enamorados. Se los ve acercarse en formaciones diversas, dando siempre un espectaculo hermoso. Al contrario, sobre los cadaveres que el oceano deja en la arena, se forman concilios de gallinazos carroñeros, se funden en círculo alrededor del muerto, preguntandose que parte comer primero, cuales abogados del diablo en debate. Estas aves de carroña dan vueltas en círculo, sin aletear ni una sola vez.
El oeste esta a la izquierda de la costa. El sol cae detras del muelle, tal vez solitario en otras epocas. Hoy esta acompañado de una veintena de barcos pesqueros que se vuelven negros en la contraluz del atardecer.

Llegue a Máncora a las 3.40 AM, esquivando, a traves de la panamericana norte, los pozos de petroleo del departamento de Piura. Se muestran iluminados en la noche, en el medio de la arena del desierto. Piura y Tumbes, los departamentos del norte de Perú, tienen oro negro en sus capas subterraneas, pero no tienen agua potable. De las canillas, y a veces, cuando la planta tiene ganas, sale agua caliente con salitre, intomable.
Decia que arribe de madrugada a Máncora. El sábado dejaba sus huellas en las borracheras interminables, salian del coliseo o del polideportivo, en poses dudosamente estables, atravesando la ruta, que parte al medio al pueblo, incluyendo el puñado de bares. Los borrachines esquivan a los acoplados con una altura tremenda, entre la vida y la muerte.
Se acerca a mi un guardia de seguridad, originario de Talara, un pueblo al que "no llegan los carros", segun sus palabras. A este hombre lo contratan los dias de mas diversion, de jueves a sábado este ex-puerto pesquero se desata de alcohol y alegrias.
El guardia me invita a sentarme cerca de la comisaria, donde él mismo vigila la calle. Asi esperare la madrugada, mientras me cuenta lo violento que se puso la zona, con una voz muy similar a la del locutor de los Dukes de Hazzard. Si Máncora seria lo inseguro que el tipo este la pinta, Fuerte Apache seria una linda villa veraniega.
Esta zona se caracteriza por lo seca. Al costado de la panamericana se ven unos desagues, construidos luego de que la corriente del niño casi hace desaparecer al paraiso de los surfers.

LLegó la mañana y busqué hospedaje. Como nadie parecía conocer a la señora que yo buscaba, termine pidiendo pieza en lo de doña Julia, una señora que roza con la esquizofrenia. Fui, en un principio, una especie de nieto predilecto. Me ofrecia cafe a la mañana, agua caliente para el mate y distintas conversaciones. Hasta que me vio llegar con sus enemigas, un grupo de cuatro chicas argentinas que tenia entre cejas por vaya a saber uno que detalle. Desde ese momento, cada vez que me abria, al llegar yo en la madrugada, decia, mientras la esquivaba por un costadito del pasillo: "es un abuso, es un abuso".
Y si, en Mancora uno se va a acostar de madrugada. Rones playeros, cervezas ruteras, musica, artesanos y artistas callejeros se juntan en unos pocos metros para pasarla bien.
Despues de una noche, y buscando con mi camara el atardecer en el muelle, me reencontre con mis nuevos amigos: los cordobeses. A partir de esa tarde, Mancora fue mas diversion. Alquilamos una pieza a la que entramos saltando por la ventana, previa rotura de llave a las cinco de la mañana. En la playa se puede almorzar barato, ocupar sombrillas y mirar a los surfers que todo lo contaminan (proximamente en un apartado tratare el tema).

El agua de Mancora es caliente, y en la arena conviven miles de caracoles, que se retuercen en la bajante, y cientos de cangrejos que corretean entre las piernas.
Asi Peru hacia su norte se despide con olas gigantes, entre las que un nadador comun, que se tira al agua por un rato, tiene que esquivar las tablas de los "corredores de olas" internacionales.

Martin, febrero de 2006.

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