sábado, marzo 18, 2006

Puerto López, entre el mar y el bosque

La distancia entre Montañita y Puerto Lopez es de 50 kilometros. Hacia el norte viajamos en colectivo por la Ruta del Sol. El camino es precioso. Las playas son mas inhospitas y el bosque mas espeso.
La ruta sube sobre una loma y desde alli divisamos el pueblo, cuna del Spondylus, la concha mas preciada del pacifico, usada en la epoca de los Incas como moneda. Los manteños, tribu preincaica, que jamas fue conquistada por el imperio, comerciaba con ellos y les pagaban con Spondylus. Habitaban en las costas y en los bosques secos, a escasos kilometros del mar.
Decia que el micro subio a una loma desde la cual se divisa toda la bahia y el pueblo de Puerto Lopez. Desde arriba Puerto Lopez parece una villa paradisiaca en las costas del mediterraneo. Ya desde abajo se notan claramente la arquitectura y el calor latino. Conseguimos habitacion en un hostal sobre el malecon. En frente tenemos la playa, tapada por las hojas de los arboles, y mas alla el mar, poblado de barcos pescadores que descansan un rato antes de salir a navegar. Estan a la espera de sus dueños, para buscar peces y Spondylus.
Es noche de martes, el ultimo dia del carnaval, y hay fiesta en la pista de autitos chocadores. Alli se dara un recital de no se que musica, pero no nos dejara dormir en toda la noche. La musica a todo volumen (dos cuadras nos separan del bochinche, pero pareceria tener el escenario pegadito a la cama), el calor, los mosquitos. La primera noche en Puerto Lopez fue fatal.
Al otro dia decidimos ir, gracias a un dato recogido por ahi, a "La Playita". Es una playa virgen, y gratis, parecida a Los Frailes, otra playa que esta dentro del Parque Nacional Machalilla, y donde cobran varios dolares para mojarse los pies.
Salimos hacia el sur en mototaxi, 5 kilometros. El hombre nos dejo en un sendero escondido, y nos dijo que 10 minutos de caminata nos llevarian a "La Playita". Caminamos entre la maraña hasta un claro con piso de arena blanca. Subimos una lomita y ahi estaba. Deslumbrante.
Una playa solitaria, encerrada entre dos acantilados, distanciados por 500 metros. En el medio la playa y detras vegetacion en exceso, a metros del agua. Los pelicanos se tiraban de clavado desde veinte metros de altura hacia el mar, para salir volando con la presa en la boca, la que degluten completa en pleno vuelo.
Los cangrejos se asustaron con nuestra presencia, cangrejos de hasta 10 centimetros corrian por la arena buscando su agujero.
Al pasar la rompiente de las pequeñas olas pude verme los pies. El agua es calida, y entre las piernas nadan miles de pececitos que siguen a su cardumen.
Despues de unos mates y un rato de descanso (el dia venia agitadiiisimo, como veran), salimos en caminata por las rocas, hacia Salango.
Salango es otro pueblo de pescadores hacia el sur. Fue tambien un lugar donde habia un asentamiento Manteño , dependiente del Señorio de Aguas Blancas, unos 20 kilometros al norte.
Frente a Salango, a unos 500 metros, esta la isla que lleva el mismo nombre. Hay excursiones para ir hasta las playas de la isla, donde se pesca y luego se come lo pescado. Tambien se practica el snorkel, y algunas otras actividades, dolarizadas en demasia para nuestro presupuesto.
Asi fue que seguimos por las rocas, con la marea subiendo a toda velocidad. Llegamos a una punta desde donde se llegaba, finalmente, a la playa que nos llevaba al pueblo mismo. Pero la marea estaba alta, y eran treinta metros de caminata con el agua pasandonos la cintura. Uno de nosotros decidio cargar la mochila sobre la cabeza (con camaras incluidas) y salimos en caminata hacia la arena, pisando rocas resbaladizas.
Una vez en la playa, desierta tambien, caminamos media hora mas hasta el pueblo, en medio de una lluvia intensa. A lo lejos se veian los barcos pescadores, entre la tormenta, mas alla la isla, como un oleo de tonos grises. Los pelicanos cazaban mas que nunca, siguiendo con sus clavados mortiferos para los peces. Llegamos a Salango, el extenso malecon, y nos metimos bajo el techo del primer restaurante que encontramos. Como en toda la costa, lo que mas abunda son los platos con pescados y moluscos. Asi fue que, mientras los chicos deglutian camarones apanados, decidi comer un buen plato de patacones, bananas fritas pisadas, con algo de harina.
Despues de la lluvia volvimos por la ruta hasta Puerto Lopez.
Al dia siguiente salimos en bus hasta la entrada de Aguas Blancas, una comunidad que vive dentro de Parque Machalilla. Caminamos cinco kilometros hasta el puñado de casas, y luego de recorrer el museo de los Manteños, iniciamos la recorrida del lugar junto a un guia. Se ven las tumbas manteñas, el piso de algunas construcciones y mapas de todo el lugar que ellos ocupaban. Estamos en el bosque seco, donde se puede ver cierta fauna, aunque escasa. Luego, sobre las colinas hacia el este, se encuentra el bosque de transicion, para despues encontrar el bosque humedo, plagado de especies animales y plantas. En la recorrida nos explicaba los remedios naturales que utilizan, y hasta sacan gel para el pelo de un fruto. Encontramos un arbol lleno de termitas. En cualquier lugar del tronco donde saques un pedazo de corteza aparecen cientos y cientos. "Estos son los obreros", nos explico, "existen tambien soldados, pero son mucho mas grandes". Los nidos de las termitas, hechos con madera masticada por ellas mismas, son ideales para fogones. Es usual que utilicen los nidos abandonados para mantener el calor durante toda una noche.
El recorrido termino en una laguna sulfurosa, de azufre. El circulo de agua negra nos esperaba. Desde el centro, a cuatro metros de profundidada, brota continuamente este agua particular. En los bordes hay barro suave , para colocarselo en la piel y limpiar los poros. A tanto no llegamos. Nos metimos e hicimos dos largos a la laguna. El guia nos dijo que el olor no queda en la ropa ni en la piel, pero oli a azufre hasta un par de dias despues. Tambien sirve la laguna para saber si el oro o la plata es de buena calidad. A uno de los chicos la cruz que tenia colgada se le torno negra, como el color del agua.
Terminamos el recorrido por la comunidad y sus alrededores. Volvimos caminando los cinco kilometros que nos separaban de la ruta del sol. Seguimos un par de kilometros mas por la banquina, y luego de atacar un nido de termitas a piedrazos (creanme que es divertido, y tentador sobre todo) conseguimos un mototaxi que nos devolvio a Puerto Lopez.
A la noche nos iriamos hacia Quito, dejando atras los dias de playa, para volver a la sierra ecuatoriana.

Martin, marzo de 2006.

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