viernes, abril 07, 2006

Tena, la pequeña experiencia en el oriente


En Ecuador todo queda cerca. De esta manera es posible llegar a la selva en pocas horas. Desde Quito fuimos en micro a Tena, la capital de la provincia de Napo. Seis horas separan a las dos ciudades. Desde la sierra se transita en pleno descenso y el paisaje cambia abruptamente. Llegando a Tena se siente el aire más cálido y el cambio de vegetación es notorio. Tena es una ciudad mediana, dividida por dos ríos. De un lado de la ciudad está la plaza principal, la gobernación, el municipio, los bancos. Del otro lado los hostales, una avenida muy transitada y la terminal de buses. Una buena repartición de la ciudad, para tener razones de querer cruzar el puente hacia el otro lado.
En Tena no hay muchos insectos. La temperatura es agradable y por las noches desciende considerablemente.
Nos quedamos en un hostal que daba al malecón, a media cuadra del puente peatonal que separa las dos mitades.
Durante los días que estuvimos en Tena corrimos riesgo de desmayos. En el coliseo de la ciudad se presentaban dos veces al día el Ñoño y la Chilindrina. ¿Se imaginan la reacción del cuerpo al cruzarse con semejantes próceres? Ocurriría algo parecido a los desmayos que sufría el personaje-guitarrista que componía Sean Penn en la película de Woody Allen al encontrarse con el gitano Dyango Reinhart, su ídolo musical.
Desde Tena uno puede internarse en el oriente. En Ecuador es posible contactar a las comunidades aborígenes y pasar con ellas un tiempo en plena selva, sin luz ,ni nada. Vivir como ellos por algunos días.
Una mañana hicimos un viaje de 40 minutos para llegar a Puerto Misahualli. Desde este pueblo se realizan viajes en canoa hacia el oeste, por uno o varios días. También es posible embarcarse para llegar al norte del oriente, Orellana o Nueva Loja.
Al bajar del micro en Misahualli uno se encuentra con la sorpresa: la plaza está repleta de monitos. Los primates se acercan asediando, buscando comida o algo con que jugar. Monos solitarios, madres que llevan encima a su cría, monos en los árboles, en los palos de luz, en los canteros, en los techos, bajo los autos. Hay que tener cuidado con las pertenencias, ropas, cámaras, coca colas, dulces. La mínima distracción puede ser fatal. Una gringa se descuidó un segundo y un monito le arrebató una bolsa con una maya y una remera. Se subió al techo de un gacebo de la plaza y empezó a probarse la camiseta. Un hombre del lugar intentaba persuadirlo para que devuelva la ropa. El monito se puso la remera y empezó a saltar dando gritos de alegría, y así corrió por toda la plaza, colgándose de los cables con su cola. Otros dos monitos se disputaban la maya, mordiéndola y arrancándole pedacitos.
Caminando unos minutos desde Misahualli se puede llegar a comunidades indígenas. Las mismas son autónomas y eligen a sus jefes una vez al año. Se basan en la agricultura y en la pesca de los ríos.

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