sábado, diciembre 17, 2005

Días en Iruya

Voy a tratar de hacer una división temática de los seis días que pasé en Iruya. Debo algunas fotos, lo sé, pero ya van a llegar. El lunes seguramente mande algunas, tengo una buena cantidad.

** Camino a San Juan **
El departamento salteño de Iruya, al igual que el de Santa Victoria Oeste y el de Isla de Cañas, se encuentra entre la quebrada jujeña de Humahuaca y la selva, el monte salteño. Si uno transita estos caminos de Oeste a Este, irá advirtiendo cada vez más verde, más humedad y más lluvia.
Estos departamentos estan llenos de pueblitos en el medio de los cerros, donde no llegan los autos. Sólo se accede a pie, a caballo o a mula. Muchos viajeros que llegaron a Iruya deben conocer el pueblo de San Isidro, o al menos haberlo oído de boca de algún lugareño. Es el de más facil acceso, ya que solo se trata de seguir el curso del río que nos deposita en los pies del pueblo aquél.
Yo decidí ir a San Juan, de ahí llegar a San Isidro y dormir allí, para volver a Iruya a la mañana siguiente. Pero hay un dicho que dice: Martes 13 no te cases, ni te embarques, ni subas a montañas que desconozcas. Asi que partí de Iruya a las 7.30 de la mañana, pasé por la famosa Palka (el fantastico, e imponente, cruce de rios), subi el cerro hasta la Pantipampa, cruzando gente que llevaba la casa a cuestas: cama, colchones, chapas. Llegue a la Pantipampa, que es una planicie en la cima del cerro, una pampita. Luego de veinte minutos se llega a un camino de cornisa, y una hora mas tarde se llega a San Juan, al increible San Juan. Uno pareceria mentir, pero siempre que vengo a estos lugares conozco los sitios más lindos que yo haya visto. San Juan es increible, pero ya mandare fotos, tanto que insisten.
Llegué a San Juan y la primera imagen que tuve fue ver a dos niñas tirando de las orejas a un toro negro y apacible, que andaba recostado en la tierra. Le cantaban el feliz cumpleaños a orejazos limpios. El toro, ni mú. Al minuto soltaron a unas cien cabritas que arrasaban con todo a su paso. Las arrean a los piedrazos y a los gritos. Asi las llevan a pastar. San Juan tenia hasta ese momento mas movimiento que Belgrano R. Sonaron, luego de un segundo de dichoso silencio, las campanadas de la iglesia. Llegaban los tecnicos agropecuarios de Salta y había reunión bajo la sombra del campanario. Cada representante de las familias que habitan el pueblo fue hacia la iglesia. Alli se debaten temas de agricultura y ganaderia.
Tallé unos palitos para pasar el rato, traté de fotografiar picaflores, y me senté frente a la Cuesta del Agua, aquél lugar que Severo Arcángelo promete a los invitados de su banquete en la fabulosa novela de Marechal. La cascada caía en lo bajo, a unos cuatrocientos metros. Solo se interrumpia el sonido del agua por los gritos del arreo de cabras, y por una que otra piedra que redirigia a los animales rebeldes y chillones.
A la hora decidi partir hacia San Isidro. Se acercaba el mediodia y no tenia comida. Soñaba con unas empanadas. Iluso de mí.
Seguí el curso del río por unos minutos. Llegué a un puñado de casas y me indicaron que debía subir el cerro, del otro lado estaba San Isidro. Subí el cerro interminable. Una pendiente excesiva, una altura enorme. Llegué al filo y , efectivamente, de un lado San Isidro, del otro San Juan.
Comencé un descenso dudoso, por un camino poco marcado. Terminé en una quebrada y por un peñon rocoso la pude atravesar. Seguí en franco descenso hasta otra quebrada más grande. Decidí continuar el curso de la abertura y terminé parado frente a un precipicio de treinta metros. !San isidro estaba a la vista, pero no podía llegar!
Con pocas fuerzas empecé a subir. Bajar por allí era arriesgar la vida. Y ahí sucedió lo increíble. Toda mi vida quise ver un condor de cerca. Subía hacia el filo del cerro, y a pocos metros sobre mi cabeza se desplegó un condor gigante. Creo haber visto sus ojos. Lo primero que pense fue: me busca a mí. Cansado , con sed y hambre, era presa perfecta. Al minuto asomaron su cara por el filo unas cincuenta cabritas y suspire de alivio. Estaba ahi por ellas.
Llegue arriba de todo y emprendi la vuelta a San Juan, para luego seguir hasta Iruya, abandonando la idea de dormir en San Isidro, pueblo que ademas conocia de años atras.
La vuelta fue una tortura. Recordaba menos subidas de las que tuve que caminar. Paraba a cada rato, soñaba con comida y agua. Ya en Pantipampa se desató una tormenta. Yo solo en una planicie eterna, como un regalo para los rayos. Los relampagos caian del otro lado del cerro y los truenos rebotaban por todos los valles, durando el sonido hasta minutos.
Entre en Iruya a las nueve de la noche, empapado. Me meti en el primer almacen y compre golosinas para una semana. En las calles que suben hacia el hospedaje, terminé la bolsa repleta de caramelos y alfajores.

** Día de pago **
Un viernes de cada mes es el día de pago a jubilados. Llegan a Iruya gente de todos los pueblos del departamento. El pueblo se llena de burros, mulas, caballos y colores. EL jueves por la noche empiezan a armar la feria alrededor de la plaza. El viernes por la mañana la fiesta es completa. Hay sorteos, venta de ropa, de comida, festejos y baile por la noche. Luego, entre el atardecer del viernes y la mañana del sabado, empiezan a retirarse todos a sus casas. Los senderos de las montañas se colman de gente que vuelve a sus hogares con las compras del mes y un poco de vino en su interior, pa' calentar el espiritu.

** Hablando de espíritus **
En la zona hay muchas leyendas de espíritus, diablos y demases. Le pregunté a Clarisa, la dueña del hospedaje donde paré:
- Fue a las ruinas de Titiconte? (ruinas pre-incaicas)
- No, me da miedo.
- Por qué?
- Se oyen soplidos.
Y es así. Las ruinas inspiran respeto y no cualquiera llega a ellas.
Una noche de luna llena éramos seis recién conocidos. La luz de la luna iluminaba como el sol mismo, pero más lindo. Los valles y los cerros se mostraban misteriosos.
Decidímos caminar hasta la Palka, despues de picada y vino, a ver como luce ese lugar de noche y con la luna a pleno. En el camino nos enteramos de la historia del bebe enterrado. En la Palka hay una casa abandonada, sin techo. Cuenta la historia, veridica claro esta, que una mujer y su marido vivian alli. Ella estaba embarazada de siete meses, cuando su marido falleció trabajando.
Le agarró cierto ataque de locura y cuando nacio el bebe lo enterro vivo, en el lugar donde esta la casa ahora. El bebe murio enterrado y ella fue condenada. Dicen que en ciertas noches el bebe solloza al paso de los caminantes nocturnos.
En ese momento fuimos seis escalofrios. Pero queriamos mas. Subimos, despues de la medianoche, a la Pantipampa. Imaginen ustedes. Luna llena en la cima plana de un cerro salteño,
sin viento.
Un rato fue suficiente. Volvimos a Iruya a las cuatro de la madrugada, con la imagen de la Pantipampa nocturna estampada en la mente.

Esto es algo de lo vivido. Perdonen la improvisada redaccion, pero no me da el tiempo para mas.
Pasaron miles de cosas en Iruya, pero les transmito lo que el tiempo me da.

Martín. Del 12 al 17 de diciembre de 2005.

1 comentario:

  1. estamos trabajando en un proyecto de desarrollo del ecoturismo en finca potrero/(san isidro, san juan chizazoc y capillas) los que quieran mas info sobre visitas - talleres teoricos practicos para que la gente se anime al turismo , pueden pedir mas info a geovik@hotmail.com.
    una recomendacion, no se animen solos en el verano por los caminos, hay muchas sendas de animales que los pueden llevar a lugares peligrosos, y en cualquier momento una tormenta puede convertirse en una trampa mortal. Iruya no es Bariloche!!!

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