domingo, diciembre 11, 2005

Lejana Purmamarca

La plaza de Purmamarca, uno de los primeros pueblos de la quebrada de Humahuaca, es una especie de panóptico, aquello de lo que alguna vez nos contó Foucault. Por allí pasan todas las personas del pueblo en algún momento del día. Cruzan la plaza en diagonal o la rodean, van a la iglesia o al almacén. A la mañana, desde la carpa, me desperté por el sonido de una quena que llegaba desde allí.
Diciembre es favorable. Los mismos lugares que alguna vez vi repletos de gente, ahora exhiben calma y silencio.
La tarde cae sobre el siete colores (que tiene más de veinte según los purmamarqueños). Algunos chicos invaden la fuente seca del centro y allí hacen estallar sus prematuros cohetes navideños.
Ya cuando el sol se esconde detrás de los cerros, las luces amarillentas de la plaza empiezan a encenderse. Los puestos de artesanías comienzan a vaciarse, la gente vuelve a sus casas.
Ahí empieza la magia nocturna, distinta de la multicolor del día. Las casas, los juegos de los chicos, las calles se tornan amarillas. La luz de los viejos faroles se posa en cada rincón y hace de la vista una maravilla. Me animo a subir al cerro de la cruz (hay unas cinco cruces en distintos cerros que rodean al pueblo) y desde allí se ve todo. De nuevo las luces, los álamos (esos árboles que son los primeros en avisar del viento), las calles, la gente que transita.
Desde arriba se ve la escuela primaria Pedro Goyena. Un lindo edificio con patio central. Hay un acto de egresados, los chicos de séptimo terminaron y hay que festejar. Junto a uno de los puntanos ,que conocí en el camping de Bebo Vilte, (un apellido que se repite en cada esquina, y además tiene el mausoleo más extravagante de todo el cementerio) , fui a la escuela. Llegamos a la puerta y algunos chicos con sus padres se retiraban. Entramos.
Cuando uno entra a un colegio, o al menos me pasa a mí, es atrapado por una nostalgia extraña. Algo así como una tristeza alegre, una añoranza, el querer estar en ese lado, con el guardapolvo blanco. El patio era un ir y venir de chicos. Al fondo un salón cubierto despedía una música.Para nuestra sorpresa era La Pomeña, zamba interpretada por Pedro Aznar. Nos quedamos unos minutos, ante algunas miradas de los egresados. Terminó el acto y terminó la zamba.
De cena armamos una gran picada. Un chico de Ohio, residente en New Orleans, compartió la velada con nosotros. Velada de vino y festejo, a las doce, uno de los puntanos cumplía sus años. Era viernes y había que salir a festejar.Resignados por la calma de la noche, emprendimos una vuelta a las carpas. En el trayecto pasamos por la puerta de una "casa de arte y té". Tiene un hall de entrada, al que se llega por un par de escalones. Allí hay pinturas y esculturas de todo tipo. Una mujer con acento español nos llama desde adentro: "Entren chicos". Adentro se multiplicaban las pinturas y las esculturas extrañas. La música de fondo era más que agradable. Los dueños del bar dejaron a Chavela, Vasca de nacimiento, a cargo del lugar por aquella noche. Junto a Chavela se encontraba una francesa y cuatro jujeños. Tere, cocinera de un restaurante del pueblo, confesó haber llegado a Purmamarca por tres meses y se quedó tres años. Gonzalo, pintor, artista extravagante, percusionista. Y dos músicos más que animaron la noche. Entramos y a ritmo de cerveza negra y percusión con-lo-que-sea calentamos el ambiente. Bailamos Zamba, cantamos el feliz cumpleaños jujeño, aplaudimos, cantamos. El artista dibujo al cumpleañero en un largo papel marrón. Tirado en el suelo del bar, con tres o cuatro tachos de pintura alrededor, concluyó el dibujo de regalo. Llovieron los aplausos.
La noche pasó rápido. Chavela nos aseguraba que sobre ella cayó un maleficio purmamarqueño. Ya había perdido su avión de regreso a España, hacia dos días. Como Tere, se quedó más tiempo de lo pensado. Seguramente todavía estará cantando entre esculturas y cervezas negras.

Algo importante está pasando en Purmamarca. Empezaron la obra de los túneles para instalar el gas natural. Hoy, domingo 11 de diciembre, había una reunión en la escuela para tratar el tema. Los vecinos están atentos con lo que pasa. Desde que la quebrada es patrimonio de la humanidad, no paran de pasar cosas raras.
También este domingo había un encuentro de copleros en el pueblo. No para tocar, sino para debatir sobre su música. Sienten que la están perdiendo de a poco. La cumbia está llegando a todos los rincones del norte y no se ubica en un sitio paralelo al folklore. Lo está desplazando de la escena.

Martín. 8,9 y 10 de diciembre de 2005.



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