jueves, marzo 26, 2009

Santiago de Cuba – Volumen 3

Como dije antes, Santiago es el símbolo del oriente cubano, su gente tiene fama de ser hospitalaria y se dice que bastan dos palabras para estar conversando en el living de la casa de una persona que recién se conoce, tomando ron o café. De estos cubanos de oriente, el occidente de la isla dice que son vagos, que toman ron desde la mañana hasta la noche sin parar.
Caminábamos una tarde por el barrio Tívoli, un barrio aledaño al centro desde donde se alcanzan hermosas vistas hacia las tierras bajas de la ciudad y hacia la bahía. Estábamos sacando fotos a las decoraciones del 50 aniversario de la Revolución que coloreaban la puerta de una casa (Santiago fue la ciudad más decorada con motivos revolucionarios, cada casa tenía una consigna, una bandera de Cuba o del Movimiento 26 de Julio). Encuadrábamos la foto de vereda a vereda cuando desde una ventana a nuestras espaldas nos chistó un matrimonio.
“Oigan, ¿de dónde son?”, “De Argentina”, “¿De Argentina?, ¡de la tierra del che! Pasen por la vueltita que vamos a conversar”, y ahí estábamos en cuestión de segundos en el living de la casa de esta familia. Manuel fue combatiente de la Sierra Maestra, exaltó en nuestra charla todos los logros de la Revolución y las hazañas de esa época. Habló del Che, de Fidel, de Camilo, nos convidaron con café y con vino dulce. Rosario, la mujer de Manuel, Josefina, la hija, y Fátima, la nieta, se reunieron alrededor de nosotros para la charla. Josefina es “protección” (custodia) en el parque Céspedes, el parque central de Santiago. Ella afirmaba que yo era igual a un actor brasilero de telenovela. Manuel nos cuenta que mira mucha televisión argentina, la familia completa se reúne para ver Montaña Rusa. “¿Cómo es eso chico? Esa novela no se termina más”, se escucha la crítica de un Manuel disgustado con tanto vaivén en el guión.
La charla sigue mientras atardece, hablamos de los últimos ciclones que azotaron a la isla y de la solidaridad entre los cubanos para ayudarse unos a otros. Nos despedimos con la idea de pasar otra vez para convidarles un poco de mate, pero los trajines de Santiago nos van a complicar esa cita.
Otro amigo que cosechamos en Santiago es Oscar, el taxista. Se acercó el día de nuestra llegada mientras tomábamos mate en la Plaza Dolores. Aquella vez probó un mate y dijo que le gustó (no se lo notó convencido). Nos habló de cómo los cubanos se dieron maña para atravesar el Periodo Especial (1991-1995). Dijo: “Si tienes hambre no puedes pensar, había que inventar en esa época”. Los cubanos llaman “inventar” a llevar la vida con artimañas y pasar así los momentos difíciles. En ese momento se nos acercaron tres músicos que también querían probar mate. El viejito de la banda sacó la bombilla y le quiso dar un trago como si fuese un ron. Todos le gritamos “!No!” al unísono y abandono, asustado, la tarea.
A Oscar lo cruzaríamos otra vez un par de horas después del año nuevo. Fue ahí mismo en la Plaza Dolores. En esa noche nos contaría de sus infidelidades de joven y de sus actuaciones ante su mujer, no faltaron las escapadas, tirarse de los balcones y demás desventuras amorosas. Según recolectamos información, en Cuba la infidelidad es moneda corriente en todas las edades.
Después de haber pasado un fin de año tan tranquilo fuimos el primero al mediodía a tomar unos mates con pan y a leer el Granma a la Plaza de Marté. Desarrollábamos la estrategia para ver cómo podíamos comer ese feriado donde todo estaba cerrado (y la ciudad tan llena de argentinos), cuando Gabriel fue hasta la panadería y se cruzó con Manolito. “¿Vienen a almorzar de mi padre?”…”Y sí, vamos”…Al rato nos pasó a buscar por la plaza y empezamos la caminata hacia el Reparto Sueño, un barrio que está detrás del cuartel Moncada.
En el camino pasamos a comprar una botella mientras Manolo nos contaba un poco de la historia de su familia. Su abuelo paterno había sido militar de Batista (el dictador que derrocó la Revolución) y sus tíos (hermanos del padre) también. Pero el padre fue fiel a la causa revolucionaria y luchó junto a Fidel. En Santiago es común encontrar ex combatientes, guerrilleros de la Revolución
Llegamos a la casa, en ese barrio (como en muchos barrios de ciudades cubanas) se juega al dominó en las calles, los jóvenes sacan los parlantes a la vereda y escuchan reggaeton a todo volumen.
Entramos a la casa y encontramos al hermano de Manolo, a la novia del hermano y al padre. En el living estaban colgadas las fotos del abuelo en su época de militar, y la foto de un tío que lucho contra la Revolución. Hay música de fondo y el ron no tarda en empezar a circular. Al rato, entre la salsa de la Charanga Habanera y las bachatas de Juan Luis Guerra, llegó la comida: congrí, plátano frito y huevo. Manolo se acercó a charlar sobre la Revolución y repitió lo de la otra noche y fue algo que escuchamos muchas veces de boca de los cubanos: la Independencia de Cuba y la Revolución se ganaron gracias a la unidad, el concepto martiano de que hay que unirse con objetivos en común para poder vencer al enemigo.
Antes de irnos, mientras Nano empezaba en la televisión y la música se silenciaba de repente, anotamos los datos de Manolo, tal vez sea posible enviarle una carta de invitación desde Argentina para que pueda visitar a su madre que vive en Miami.
A las cuatro de la tarde emprendimos el camino hacia el Parque Céspedes, a las seis empezaría el discurso de Raúl, el acto central del 50 aniversario de la Revolución.

1 comentario:

  1. yoli la sorda4:35 a. m.

    Asi mismo es mi Santiago, mi cuna y la de tantos de quien hablar.. Asi mismo es mi Santiago, guarachera, sin rodeos y con la mano en el corazòn.

    Talvez de todas las ciudades sea la que màs inversiòn necesite hoy en dia para levantar el deterioro de tanta escasez y darle mas facilidades a los habitantes. Pero un traguito, una musiquita y pa'lante ! No es facil pero orgullo nacional tenemos.

    No se por que no me tropeze con ustedes en esos dias con tantos argentinos tomando mate en pleno centro de Santiago.

    Me alegro que hayan disfrutado !

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